Ya en el siglo V a. C. decía el filósofo Leucipo que nada sucede porque
sí, sino que todo sucede con razón y por necesidad. Esta formulación ha
pasado a la historia de la Filosofía con el nombre de principio de
causalidad o principio de razón suficiente. A través de ella no sólo
podemos realizar una identificación de los términos causa y efecto, sino
que los interrelaciona y les otorga un carácter necesario.
Con el paso de los siglos, este principio de razón suficiente fue
ampliamente aceptado por la mayoría de los filósofos y científicos.
Estos últimos, además, lo llevaron al terrero del estudio del mundo
natural. Así, tenemos en palabras del propio Descartes:
“Debemos considerar - decía Laplace- el estado presente del Universo
como el efecto del estado anterior y como la causa del estado que le
siga. Una inteligencia que conociera todas las fuerzas que actúan en la
Naturaleza en un instante dado y las posiciones momentáneas de todas las
cosas del universo, sería capaz de abarcar en una sola fórmula los
movimientos de los cuerpos más grandes y de los átomos más livianos del
mundo, siempre que su intelecto fuera suficientemente poderoso como para
someter a análisis todos los datos; para ella nada sería incierto, y
tanto el futuro como el pasado estarían presentes a sus ojos”
Resulta obvio que este método de determinación de la realidad es
perfectamente válido tanto en la mecánica clásica, de la que son grandes
referentes Isaac Newton o el mismo René Descartes, como en la mecánica
relativista defendida en primera instancia por Albert Einstein. Esto es
así precisamente porque el observador no perturba de manera
significativa el sistema estudiado, por lo que este último se puede
considerar independiente de la acción de aquel.
Mención aparte merece el caso de la mecánica cuántica, en la que, debido
a las características de las partículas en estudio, no es posible
estudiar y llegar a conocer los valores de todos sus parámetros. Esta
cualidad de todo sistema con escala subatómica es conocida como el
principio de incertidumbre de Heisenberg. Sin embargo, aquí nos topamos
con un error de base de quienes defienden que el Universo, por poder ser
explicado empleando la mecánica cuántica, ha de estar necesariamente
indeterminado. No debemos confundir la naturaleza intrínseca de un
sistema concreto con la naturaleza del modelo utilizado para llegar a
conocer ese sistema. En otras palabras, no se puede deducir que el
Universo en su conjunto esté indeterminado por el mero hecho de que el
modelo recurra al estudio de probabilidades para la determinación de sus
parámetros.
La mayoría de los defensores de la mecánica clásica creen que existen
uno o varios factores intrínsecos en la teoría por los cuales no
existiría determinismo. Sin embargo, resulta difícil creer que de la más
pura aleatoriedad del mundo subatómico se puedan derivar todas las
leyes físicas que rigen el Universo. De hecho, recientemente han
aparecido trabajos que sugieren que la mecánica cuántica podría ser
determinista*.
Una vez aceptada la hipótesis inicial de que el Universo en su conjunto
está completamente determinado, cabe preguntarse acerca de la naturaleza
de la capacidad de elección de los seres humanos (que no debe ser
confundido con la existencia de libre albedrío) y con la consecuente
relación con las implicaciones morales que se pueden derivar de esta
naturaleza. Para ello, conviene aclarar ciertos conceptos previos.
Se entiende por libre albedrío la creencia de que los humanos poseen el
poder de elegir y tomar sus propias decisiones. Por otro lado, ya
habíamos adelantado anteriormente que el determinismo es el punto de
vista en el cual todos los eventos son resultados inevitables de causas
previas, de que todo lo que sucede tiene una razón de ser.
Habiendo puesto sobre la mesa las definiciones de estos dos conceptos
fundamentales, nos encontramos con dos posturas mutuamente excluyentes.
Por un lado, el incompatibilismo, que afirma que no hay forma de
reconciliar una creencia en un mundo determinista con el verdadero libre
albedrío. El determinismo duro acepta tanto el determinismo como el
incompatibilismo, y rechaza la idea de que los humanos poseen libre
albedrío. Otra postura incompatibilista es el indeterminismo, que, como
su propio nombre indica, niega la existencia del determinismo y,
obviamente, mantiene que los humanos poseen libre albedrío.
En el otro extremo nos encontramos con el compatibilismo, que sostiene
que el libre albedrío puede surgir de una causa interior, tal como los
pensamientos, las creencias o los deseos. La postura de aquellos que
aceptan tanto el compatibilismo como el determinismo se llama
determinismo suave.
En realidad, no existe evidencia alguna que nos lleve a pensar que las
leyes físicas que rigen el funcionamiento de Universo se mantienen al
margen de los procesos por los cuales los humanos toman sus decisiones.
En este sentido se pronunció Baruch Spinoza, quien comparó la creencia
del hombre en el libre albedrío con una piedra que piensa que escogió el
sendero al cual llegó por el aire y el lugar en el cual aterrizó. En la
Ética escribió, "Las decisiones de la mente no son nada salvo deseos,
que varían según varias disposiciones puntuales". "No hay en la mente un
absoluto libre albedrío, pero la mente es determinada por el desear
esto o aquello, por una causa determinada a su vez por otra causa, y
ésta a su vez por otra causa, y así hasta el infinito." "Los Hombres se
creen libres porque ellos son conscientes de sus voluntades y deseos,
pero son ignorantes de las causas por las cuales ellos son llevados al
deseo y a la esperanza."
Es lógico pensar, pues, que el Universo está completamente determinado,
incluidos los seres humanos y sus decisiones. Y esto nos lleva
indefectiblemente a la negación de la existencia del libre albedrío.
Un tema de importancia capital en la filosofía moral en lo que respecta
al tema de la existencia o no del libre albedrío es el relativo a la
responsabilidad moral. Como no podía ser de otro modo, la sociedad
generalmente hace responsable a la gente por sus acciones, y afirmará
que las personas merecen premios o castigos por lo que hagan. Sin
embargo, muchos creen que la responsabilidad moral requiere libre
albedrío. Quizá muchos de los que sostienen esta creencia confundan el
libre albedrío con la capacidad de elección, siendo ésta última
perfectamente compatible con la naturaleza determinista del Universo.
Esto se debe al hecho de que la capacidad de elección no es más que una
consecuencia de las reacciones neuronales que se producen en el cerebro
cada vez que tomamos una decisión.
Por medio de algunos estudios realizados por Benjamín Libet, se sugiere
que las decisiones tomadas por una persona son primero hechas en un
universo consciente, y después son traducidas a una decisión consciente y
la creencia del sujeto de que esto ocurrió bajo su voluntad se debe
únicamente a la visión retrospectiva del evento.
Volviendo al tema de la responsabilidad moral, la mayoría de los
incompatibilistas tienden a pensar que el determinismo nada tiene que
ver con la responsabilidad moral. Después de todo, parece imposible que
uno pueda llamar a alguien responsable por una acción que podía
predecirse desde antes.
Aunque volveremos a este tema más adelante, en el capítulo que versa
sobre la ética en un mundo determinista, conviene aclarar que, pese a
que toda acción esté previamente determinada, no podemos afirmar desde
un punto puramente incompatibilista que el determinismo nada tiene que
ver con la responsabilidad moral. Precisamente por estar completamente
determinados en todas nuestras acciones, todo estímulo externo nos
condiciona de manera decisiva en uno u otro sentido, incluidos todos los
sistemas normativos que tratan de poner límites a nuestras acciones.
El reconocimiento de la naturaleza determinista de todo el Universo y de
la ausencia de libre albedrío no es más que un condicionante más, que
de ningún modo debe emplearse como excusa para dejar de cumplir con
nuestras obligaciones morales.
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*
- T. N. Palmer (1995): "A Local Deterministic Model of Quantum Spin Measurement"
- Caroline H. Thompson ay Horst Holstein (2005): "The “Chaotic Ball” model, local realism and the Bell test loopholes"
- L. de la Peña and A. M. Cetto (2005): "Contribution from stochastic electrodynamics to the understanding of quantum mechanics"
Interesante artículo. Este análisis lo realizo de un modo más extendido en mi libro "cómo vivir feliz sin libre albedrío" que se puede descargar gratuitamente en http://www.janbover.org
ResponderSuprimirResumen libro:
El libre albedrío no existe por más que nos ilusione tenerlo. Eso se puede demostrar por medio de la filosofía, matemáticas, física, biología, psicología o neurología. Además, la moral no necesita del libre albedrío, pues sigue siendo útil en el determinismo o el azar (indeterminismo). Así pués, la discusión se debería centrar en cómo debemos vivir sin libre albedrío, cómo podemos ser felices sin libertad.
Saludos!
Jan
Gracias, Jan. He estado echando un ojo a tu página y me parece genial.
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